viernes, 8 de agosto de 2008

Novela del inocente



(Publicado originalmente el viernes 8 de agosto de 2008)


Vos terminás de leer “El amante de Janis Joplin”,  y por largo rato no podés evitar sentir vértigo.  Es de esas lecturas que solamente pueden tolerarse a partir del momento en que te metés en el juego de su intensidad narrativa, una forma particular de contar la historia y de retratar un clima social, moral y político que parece posible únicamente en la ficción. Como  otros autores del norte de México, a Elmer Mendoza le preocupan las intersecciones entre vida cotidiana y violencia.  Pareciera que ninguna forma de relación social puede ser predecible, o susceptible al menos de encauzarse según lo que entenderíamos por normas básicas de convivencia. En algún momento ocurre un hecho fuera del control de los personajes y sus consecuencias  los llevan a situaciones límites, incluso a la destrucción. 


La novela sigue las desventuras de David Valenzuela, un joven de un pequeño pueblo de la sierra, que padece un leve retardo mental.  Sus rasgos faciales, su gestualidad, lo caracterizan como el tonto del pueblo,  pero a lo largo de la narración esos mismos rasgos serán reinterpretados por  otros personajes como símbolos de cinismo, desafío e hipocresía.  Esas lecturas, en general la lectura de la realidad circundante, estarán condicionadas por el poder.


David, como los personajes arquetípicos de Alfred Hitchcock,  es un inocente tomado por culpable.  Como ellos se envuelto en intrigas, tramas de falsa identidad y persecuciones. David, sin embargo, carece de los medios para hallar a sus enemigos y eventualmente lograr justicia o al menos equilibrio.  Los personajes de Hitchcock nunca terminan totalmente derrotados;  David, sí. La novela del inocente para  Mendoza crece a partir de la violencia sin posibilidad de regreso ni redención.  Todo idealismo es castigado, aún peor:  se vuelve subversivo y por ello mismo merecedor de la represión más cruel.  De este modo, el inocente va perdiendo poco a poco la gracia de esa condición. Una vez que empieza a huir se ha de enfrentar a múltiples pruebas que no lo acercan a la solución moral de sus búsquedas sino a su propia degradación como ser humano.  Para sobrevivir, el inocente debe empezar a jugar con los mismos medios de sus perseguidores.


El idealismo, el romanticismo, la inocencia… ninguno  parece tener cabida en un entorno en el que la violencia política, el represión policial y el narcotráfico reinan como discursos únicos,  no necesariamente antagónicos sino más bien complementarios.


“El amante de Janis Joplin” es una visión oscurísima de nuestro siglo, contada con las técnicas de edición de las series televisivas.  


Lo recomiendo.

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