Este año la temporada de premios nacionales ha sido un poco más larga de lo normal. Aún la semana pasada aparecieron algunos artículos sobre el tema, todos muy breves, y es probable que gracias al inminente nombramiento de un nuevo ministro o ministra de Cultura la expectativa alcance para alimentar aún más la discusión.
Los comentarios giran básicamente alrededor de la idoneidad de los jurados de premios nacionales. Un gran número de dichos comentarios, desafortunadamente, no han pasado de la serruchada de piso. Unos pocos han tratado de arrojar nombres de autores significativos, o han reiterado la marginalidad de la literatura frente a otras actividades humanas o nos han recordado que los autores son sus obras, no sus premios. Sin embargo, en general queda un vacío importante a la hora de una reflexión de más profundidad: ¿Cuáles obras merecían el premio nacional? ¿Por qué? ¿Qué es eso nuevo que se está fraguando en Costa Rica?
En algún momento pensé que el problema central era el concepto en sí de premio nacional, pero quizás he estado equivocado. Me parece que hay consenso y alegría por los premios de periodismo y divulgación, por dar un ejemplo. Hace poco apareció un comentario sobre la importancia del premiado en música. Entonces los premios nacionales no son el problema, excepto en literatura, donde casi siempre se levantan ronchas y se queda mal. Claro que algunos jurados justifican sus decisiones con razonamientos muy débiles o con lugares comunes, pero también se les ha atacado porque “nadie los conoce”, un argumento igualmente débil a menos que las personas elegidas como jurados no hayan tenido ningún tipo de contacto con el medio literario local, sea como crítico o autor. ¿Pero se arreglarán las cosas con nuevos jurados? ¿Quiénes aportarían credibilidad a la hora de juzgar la producción literaria del país?
Algunas personas apuntan a la conformación de los jurados, pues hay representantes—hasta donde me acuerdo—de la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, la Editorial Costa Rica y la Asociación de Autores. ¿Pero quién garantiza que una conformación distinta va a representar a los nuevos grupos que se han ido formando en el país? Si en efecto la manera de relacionarse y discutir hacia dónde va la literatura costarricense se da por las redes sociales, ya no en los grupos gremiales de antaño, ¿tendrá un efecto positivo eliminar a los representantes de la Asociación de Autores o la ECR? Si las universidades públicas siguen siendo altas consumidoras de obra escrita en Costa Rica, ¿tiene sentido no incluirlas en los jurados?
Me parece que también hay otro tema de fondo: el estado como ente que legitima una obra. Los reclamos contra los jurados obvian ese importante detalle. Si la idea en boga desde hace ya bastantes años es romper con los paradigmas nacionales, si se ha hecho una literatura que busca oxigenar a sus creadores y lectores de una construcción de nación en crisis, quizás obsoleta, ¿no resulta paradójico esperar que el estado mismo acoja esas disidencias, aunque sea en la esfera tan limitada de los premios nacionales? Hay en Costa Rica otros premios cuyo valor simbólico pasa inadvertido para la mayoría: UNA-Palabra, ECR, Ancora, más recientemente el de la Academia de la Lengua. Pareciera entonces que el único galardón relevante es el Aquileo, que ha cambiado junto a la ideología de los grupos en el poder, permitiendo algunas aperturas pero también señalando el camino “correcto” a seguir. ¿Sería ingenuo pensar en una divergencia imposible de resolver entre los creadores—escritores en este caso—y un estado liberal en el plano económico pero muy conservador en sus valores? No tengo una respuesta definitiva al respecto, pero creo que los escritores debemos romper nuestras propias ataduras, considerar el Aquileo una opción—respetable, deseable, ¿por qué no?—pero no LA opción, como si nuestra posibilidad de existir como autores dependiera de él. Nos corresponde, también, hacer que nuestra literatura fluya, que llegue a la gente, sea dentro de Costa Rica o más allá.
7 comentarios:
Excelente tu punto de vista, de acuerdo con todo! pero cómo romper ese paradigma de ajenjo de los Aquileo? difícil tener una actitud positiva al respecto! saludos
Muy interesante tu punto de vista.
Saludos, Uriel
Considero que el problema radica precisamente en la legitimación de las obras por parte del estado. Es un tanto absurdo que la decisión de lo que es arte y lo que no, en este caso literatura, dependa de una entidad como el estado. Pero en este caso, tenés razón, se trata de un premio estatal y no hay mucho qué hacer. Sin embargo, los jurados, como bien lo señalás, pertenecen a las universidades y a editoriales, por lo que no deberían estar necesariamente influenciados por la ideología imperante y podrían premiar obras críticas, asumiendo la responsabilidad del caso. Sin embargo, tal vez estoy pensando en puras y crudas utopías. Otra cosa: un premio como el UNA palabra está así mismo lleno de prejuicios y razonamientos elitistas, puesto que también les encanta declarar premios desiertos asumiendo posturas como las de los jurados de premios nacionales (en alguna ocasión los jurados de ambos premios han sido los mismos :S). Pura vida Uriel, hablamos.
El tema de los cuadrocientos ciencuenta y siete mil doscientos trece temas.
No sé si Uriel escarbó por ahí en algunos blogs sobre el tema, pero creo que este año hubo un hecho que en realidad hizo diferente la cosa: este año ya se han propuesto soluciones prácticas.
Los Premios Nacionales deben ser reformado y así se ha solicitado, pero hacen oídos sordos dentro del CENAC. La Asociación de Autores no tiene por qué tener representación porque es un espejismo, no existe en realidad. La ECR podría tenerla, pero qué tal las demás editoriales que publican libros en Costa Rica, incluyendo las estatales de todas las universidades, así como las incipientes privadas. ¿Por qué solo la UNA y la UCR si tenemos al ITCR también? Además por qué no ampliar jurados con votación mínima, por qué no crear un sistema democrático con un premio de los lectores, como hemos propuesto y se lo he escuchado a Juan Murillo y lo vengo diciendo hace rato...¿Cuánto dinero se queda ahí con premios desiertos, que se podría invertir en estas opciones?
Y no es que los premios definen un autor o una obra, sabemos que decenas de premios fueron, pero sus autores ni sus obras fueron más. Ahí quedan, solo para el CV. El asunto con los premios es que son un estimulo, de los pocos que tenemos, mal logrado. Es un empuje para comercializar, para generar un mayor movimiento literario.
Aquí les dejo el resto de mis interpretaciones sobre este tema:
http://debrusjimenez.blogspot.com/2010/01/despues-de-leer-con-atencion-los-claros.html
Saludos.
En efecto, como dice Geovanny, ya está en marcha el proyecto para hacer un premio pluralista y representativo de la comunidad literaria. El Aquileo, sin embargo, merece existir también, porque la literatura debe tener todos los estimulos que sea posible darle, pero nos toca a nosotros vigilar que no sea cooptado por grupitos de intereses particulares para que pueda funcionar bien. Me parece que las denuncias estridentes que se vienen haciendo desde hace tiempo hacen que los jerarcas universitarios y del MCJ se lo piensen dos veces antes de nombrar jurados incompetentes. La visibilidad y la transparencia y la discusión son la mejor manera de mantener vivos los premios.
Juan, contáme de eso que estás trabajando. Escribíme de qué se trata.
Estoy completamente de acuerdo con la reflexión que hacés sobre los premios nacionales. Creo, sin embargo, que todo se reduce a la cuestión monetaria. Si los premios nacionales de literatura están tan despretigiados, entonces, ¿por qué se pelean por obtenerlos? ¿Por qué buscan constituirse en jurados? No lo sé. Allí están el Editorial Costa Rica, el UNA-PALABRA, no sé si todavía se convoca el EDUCA y el Sor Juana. Creo que deberían hacer como hacen en el cine: Novela gótica, novela de ciencia ficción, novela policiaca, novela hiperrealista, o quizás poesía amorosa, poesía metafísica, poesía en prosa, poesía popular, antipoesía. Y un jurado para cada rama, así se vería representado el amplio y variado espectro de la literatura nacional.
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