Siempre he creído en el poder de los dibujos animados. Todos, de una forma u otra hemos crecido con personajes de dibujos animados como modelos. Hace ya mucho tiempo se estrenó en San José una película “erótica” llamada “Fritz el gato”, en la cual los felinos hacían mejor uso de su vida nocturna, bebían y consumían drogas –si mi memoria no me engaña—y tenían relaciones sexuales como cualquier persona. Si bien el atractivo de Fritz radicaba en el atrevimiento de mostrar gatos en roles que reflejaban muchos deseos humanos, su fracaso era, precisamente, que un gato puede ser erótico en sí mismo, pero no como el disfraz de un hombre o una mujer.
“Fritz el gato” fue la primera película animada para adultos que vi en mi vida. Realmente un hito porque en aquellos tiempos Disney era prácticamente el único productor constante de ese tipo de películas y sus historias y estética, con las salvedades ideológicas del caso, era predecibles y seguras. De hecho, uno de los ritos de paso a la adolescencia era rechazar esas películas, negar cualquier simpatía por la maquinaria Disney, jurar no poner un pie en ninguno de los parques y esconder en lugar seguro cualquier muñequito, revista u otro producto de los personajes disneyanos.
A la vuelta de muchas cosas ya puedo darme el lujo de amar los filmes de animación. No he visto nada de la factoría Disney en años simplemente porque no me interesa, aunque me he vuelto adicto a lo que producen en Pixar y a películas japonesas como las de Hayao Miyazaki. Una noche de éstas, por ejemplo, pude finalmente ver “Waltz with Bashir”, un documental animado del israelí Ari Folman sobre la invasión del sur de Líbano en 1982. La película reconstruye de los hechos, en especial la matanza de palestinos en los campos de Sabra y Chatila. Folman es el personaje central que indaga en los huecos de su propia memoria, para lo cual viaja en busca de testigos del lado israelí. Su descripción de los horrores de la guerra toma el punto de vista de los jóvenes soldados (19 años en su caso) que pasan a la vida adulta en conflictos que no entienden y de los cuales solamente procuran salir con vida. Ante la muerte, ante el absurdo de la guerra, al joven Folman le choca la indiferencia que halla en las ciudades cada vez que está de permiso. Atestigua desde una distancia el olvido inmediato de otros jóvenes israelíes y, por supuesto, de las mismas autoridades políticas y militares. Los palestinos se muestran en la película como seres anónimos, personas en constante desplazamiento, masacradas o sumidas en el terror.
¿Un documental animado? Sin entrar a las razones que pudo tener Folman me gustaría compartir las mías. Hay, por una parte, la facilidad de reconstruir un mundo ya desaparecido, del cual pocos quieren hablar y muchos se niegan a contestar. Por otra parte, la estética de la animación (contraste luz y sombra, colores, rostros) es en sí una toma de posición: no hay guerra luminosa, no hay heroísmos ni valentía que exaltar. Finalmente diría que el animado le ha permitido a Folman separarse de su tema, verse a sí mismo como un otro al cual examinar.
Vale la pena ver “Waltz with Bashir”, incluso para quienes no soportan una película sin final feliz.
7 comentarios:
Gracias, Uriel, por la recomendación. En general, los dibujos animados que no tienen a los niños como público meta suelen tener un algo especial. Tal vez genralizo, o tal vez es que he topado con suerte. Como sea, tomo nota de tu recomendación.
Mi primera película, a los cuatro años, fue "El gato con botas", digo, por aquello de los gatos.
Esta película aún no la he visto, pero sigue en la lista de recomendaciones. Y si no tiene final feliz, mucho mejor.
El hecho de hacer un documental animado, en sí mismo, es una idea ingeniosa y sugestiva, que de entrada cuestiona (o niega) las nociones de realidad-ficción.
Saludos.
Yo me quedo con Don Gato y el Sargento Matute. Gracias por la recomendación, Uriel. Ya la puse en la lista de Netflix. Tu reseña no me dejó otra opción.
Warren y camaradas: Los invito a leer en mi blog el artículo:
Humberto Garza escribe “Manual del poeta loco”
“Publicaciones” es una diatriba hasta contra las mismas musas
Frank Ruffino
El poeta Jorge Charpentier decía que él carecía de memoria poética, y en verdad, lo poco que lo conocí en los bares del centro de San José, antes de su precipitada muerte, nunca lo escuché recitar de memoria uno solo de sus versos.
Entonces, para el “poeta” Garza nuestro Premio Nacional de Cultura Magón no era poeta, ni tal vez, aplicándose esta vara salpicada de espinas, quemante y venenosa sobre sus compañeros de oficio, ninguno de nosotros seamos poetas y lo que hemos hecho todos estos años es dar y dar vueltas a una bombilla de alumbrado público en las noches de niebla para no morirnos de frío o de hastío. Legítimos moscones...
(pequeño extracto)
Amigos escritores, poetas y artistas:
Los invito a leer en mi Blog selección de poemas del libro "Fingida lágrima" (Alquimia, 2003). Otros poemas. Y la entrevista hecha a don José León Sánchez en donde, creo, dice cosas inéditas.
Saludos!
Me parece muy acertados tus comentarios, especialmente la interpretación del claroscuro. lo más terrible del estado Israelí es la manera en la que convierte en cómplice a la juventud. educar significa hacer cómplices a los jóvenes. En Israel uno se vuelve ciudadano con las armas, cargando rifles de alta potencia, participando en la humillación de un pueblo en los numerosos puestos de vigilancia. desde esta perspectiva no hay diferencia con Liberia y Sierra Leona.
Gracias por la sugerencia. y por tu narrativa.
Besos y amor
je
Publicar un comentario