domingo, 22 de febrero de 2009

Comisión de la verdad en Estados Unidos

El sábado 19 de febrero de 2009 apareció en “El país” un artículo de opinión de Jorge Castañeda, excanciller mexicano y ahora profesor en New York University.  Sus ideas me interesaron y le escribí al señor Castañeda las reflexiones que siguen.  Muy amablemente, él me contestó casi de inmediato… 


Estimado Prof. Catañeda:


Le escribe Uriel Quesada, un escritor costarricense residente en Baltimore y profesor en un college de la zona. Acabo de leer su artículo "Comisión de la verdad en Estados Unidos" y no he podido dejar de escribirle. Me parece una reflexión muy importante en lo que atañe a EUA y también a los procesos de reconciliación en América Latina. Concuerdo con usted en la necesidad de abocarse a una catarsis histórica, y al efecto negativo de pretender ignorar las heridas o enfrentarlas de forma incompleta como en el caso de México.  


Me parece que de su reflexión se derivan otros temas significativos.  En primer lugar, el costo político inmediato.  Si bien la administración Obama se refiere a “mirar adelante”,  esa misma declaración encierra una estrategia de corto plazo:  el apoyo a las acciones urgentes ante la crisis económica global.  Obama, me parece, está “tanteando las aguas” en términos de mantener un imagen de bipartidismo en estos momentos críticos.  La línea dura republicana, sin embargo, ya ha mostrado una actitud eminentemente ideológica a pesar de los cortejos del presidente.  Ese rompimiento, esa imposibilidad de consensos, puede ser el espacio apropiado para que avance una iniciativa demócrata sobre los crímenes.  Por otra parte, incluso cuando se trate de reducir la atención al tema estrictamente económico, va a ser imposible ignorar el pasado—al menos los últimos veinte años—lo cual llevaría a una discusión ideológica amplia, y aun examen de acciones concretas y responsabilidades. Esa discusión sería a lo interno de la sociedad norteamericana, algo también significativo.


Otro asunto que quisiera esbozar es el hecho de que los temas que usted plantea afectan en gran medida a la comunidad internacional.  Al contrario de México, Chile o El Salvador, hasta donde sabemos sobre las torturas o lo vuelos secretos fueron “otros” las víctimas, no ciudadanos de Estados Unidos.  Desafortunadamente, eso abre un nuevo frente en términos de la actitud del americano medio hacia la idea de una responsabilidad ante el mundo.  Me parece que los norteamericanos son muy activos cuando se sienten dañados en su cotidianeidad, pero pueden ser muy fríos cuando la víctima no puede identificarse como americana, y más compleja aún es su reacción si esa víctima podría ser eventualmente un enemigo del país. La deuda es entonces con la comunidad internacional, con la confianza de otros países hacia EE.UU. y con el sistema de alianzas americano.  Por ahora se vive una luna de miel, pero tarde o temprano puede darse la necesidad de examinar esas políticas y las responsabilidades individuales a la luz de la escena internacional.


Algo que admiro de la sociedad americana es su capacidad de generar voces alternativas y de crear espacios para la reflexión sobre el país y sus realidades.  En su artículo usted apuesta por el espacio político al más alto nivel,  pero en Estados Unidos ese juicio y esas demandas de aclaración pueden venir también de otras esferas, tanto intelectuales—un buen ejemplo serían las universidades—como de la cultura popular. Como ha ocurrido en América Latina, podemos cifrar mucha esperanza en ello y, al menos en mi caso, estar pendiente de lo que se produce en las esferas no oficiales.


Muchas gracias por su tiempo y su atención


Uriel Quesada 

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