Para los aficionados a las novelas de detectives, Henning Mankell es uno de sus autores contemporáneos de referencia. Punta de lanza del llamado noir nórdico, Mankell ha explorado Suecia y sus contradicciones, haciendo la crítica de una sociedad que por mucho tiempo se tomó como el modelo al que se debía aspirar—calidad de vida, tranquilidad, progreso... pero que alimenta de una violencia oculta tras las instituciones que lo ha acreditado como el país perfecto.
Mankell también dirige el teatro nacional de Maputo, en Mozambique, donde pasa seis meses del año. Su conocimiento de África es, por lo tanto, de primera mano, y su escritura sobre el continente se produce desde adentro, desde posturas bastante anticolonialistas. “Moriré, pero mi memoria sobrevivirá” es un corto ensayo sobre la epidemia del sida en África y en especial sobre un programa que provee a los enfermos—terminales no por lo avanzado de la enfermedad sino por la imposibilidad de recibir atención médica adecuada; mientras que en otras partes del mundo el sida ha pasado a ser un mal crónico, en África el mero contagio se traduce de inmediato en una condena a muerte—de lo que se llama “memory books”, unos cuadernos donde las personas pueden dejar mensajes o recuerdos a quienes les sobrevivan, en su mayoría hijos e hijas. El gesto de escribir o ilustrar o simplemente de tener la oportunidad de expresarse de cualquier modo es una forma de catarsis para las personas afectadas por el sida. No va a mejorar su salud, tampoco va a convertirse en un testimonio para que gentes de otros confines conozcan y se conmuevan—como en América Latina, la marginalidad se muestra por distintos frentes, sean estos la pobreza, el color de la piel, el analfabetismo o la enfermedad. Los “memory books” son una forma de herencia intima, pero sobre todo un gesto de aceptación del proceso de muerte.
África en la escritura de Mankell es un espacio históricamente jodido y condenado a padecer aún más por la negligencia y ambición de Occidente. Tras un pasado colonial que ha determinado las relaciones Europa-África, la epidemia del sida se convierte en su perpetuación, pues Europa ayuda según sus modelos, sin hacer mucho esfuerzo por entender las culturas locales o cómo ciertos comportamientos “poco civilizados y risibles” son realmente expresiones de un colonialismo aún latente. África tiene, además, el futuro marcado por la destrucción económica—las personas en edad productiva son las que están muriendo—y por la orfandad; es un continente lleno de niños que al quedarse huérfanos tan pronto en sus vidas asumen responsabilidades para las que no están preparados o quedan expuestos a retos sin tener adultos que les sirvan de modelos y sin apoyo afectivo. En este contexto, el sida es más bien un síntoma de males mayores, como el colonialismo y el abandono, cuyo gran responsable es Occidente. La tragedia africana es un campo de batalla humanitario, desvirtuado por intereses políticos, religiosos, económicos e ideológicos. En una relectura de la historia de la propagación del sida, Mankell retrata a Europa y Estados Unidos como los grandes transmisores del mal.
Yo llegué a este texto por varias razones personales. Mankell es la menor de ellas, pero también juega un rol. El tema de la pandemia del sida es más relevante para mí, sin embargo lo que más me atrajo fueron las conexiones entre enfermedad y memoria, entre subalternidad y voz, entre escritura—sea como sea esa escritura—y catarsis. Me sorprendió el hecho de que se recurriera a cuadernos para dejar testimonio de lo que le ocurre a la población africana en lugar de archivos de voz, en especial al considerar el alto nivel de analfabetismo en el continente. Para explicar esa decisión puede haber varias razones, desde técnicas hasta el hecho de que el “memory book” queda en manos del enfermo para que haga con él lo que quiera o pueda. Es un objeto personal, privado cuyo producto final quedará igualmente en ese ámbito.
3 comentarios:
Buena referencia para conocer más al autor. Gracias.
Me encanta la consistencia de que el escritor haya asumido tiempo y vida dentro de contexto de su propia novela.
Y genial lo de los cuadernillos... solo imagino la recolección de datos instàntaneos que pueden retomarse a mano y la experiencia del momento. Aunque la grabación de voz o video, también hubiese sido un elemento enriquecedor.
Algunos autores defienden las acotaciones a mano como el mismo hilo de la historia.
Qué clase de desgarradores testimonios estos "memory books"; la memoria escrita parece seguir siendo más duradera que la filmada o escuchada, la elección puede deberse a la naturalidad con que la Historia se ha desarrollado: escribir en árboles o en piedras muchsísimo antes de la camera obscura o que la magnetofonía. Jamás habría asociado a Mankell con estas creaciones, cada vez se llega a través de vericuetos más complejos a estos autores.
Saludos.
Interesante Uriel, hace poco me recomendaron a este escritor, me dijeron: Si quiere leer una novela negra de calidad, leáse a Mankell, interesante. Saludos.
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